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viernes, 16 de octubre de 2009

Agora

Ágora

Director: Alejandro Amenábar.
Actriz principal: Rachel Weisz.
Actores de reparto: Max Minghella, Oscar Isaac, Ashraf Barhom, Sami Samir, Rupert Evans, Michael Lonsdale, Homayoun Ershadi.
Guión original: Alejandro Amenábar, Mateo Gil.
Montaje de imágenes: Nacho Ruiz Capilllas.
País de producción: España. Duración: 126 minutos.


A la hora de dar una opinión, lo que intentamos ante todo es compartir o, según el caso, hacer prevalecer nuestras ideas por medio de un cauce lo más objetivo posible, teniendo en cuenta siempre la subjetividad propia de estos actos. Pues bien, aquí llega un aviso a navegantes: la crítica que a continuación escribo es puramente subjetiva y absolutamente imparcial, dejada a la suerte de quién se considera un fanático sin remisión de esa persona que lleva por apellido Amenábar, y el que quiera leer una opinión sesgada u objetiva de su última película no tiene más que dejar de leer lo que viene a partir de ahora.

Aunque intentaré ser mínimamente objetivo...

Analizar Agora es analizar los dos aspectos más importantes que sobresalen a lo largo del metraje: la dirección artístico-técnica y la historia cinematográfica, con sus dos vertientes científica-técnica y religiosa. Empecemos por la primera.

Quien crea que Alejandro Amenábar había tocado el cielo con Mar Adentro puede estar en lo cierto, aunque no por ello sería justo comparar el cine íntimo y más cercano en el tiempo de aquella, que la épica y la lejanía histórica de su última obra. Porque Agora logra que nuestro realizador siga experimentando en un terreno nuevo para él, y a fe que la partida le sale bien, espectacular, y logra que haya salido del cine con la boca abierta y la cabeza echando fuego como una jodida chimenea de altos hornos. El ritmo de la película nunca decae, y de él cabe rescatar algún que otro aspecto, como los espacios "en blanco", cuando vemos las imágenes del planeta Tierra, y nuestro corazón se desacelera, y percibimos más que nunca la realidad, esa cruda realidad que, a través de un sonido lejano pero inmisericorde, resulta más escalofriante que cualquier imagen tomada de callejeros en afganistán (por poner un futurible ejemplo). No obstante, Amenábar sabe darnos a cuentagotas momentos de impacto visual y sonoro, como cuando el esclavo Davos está esperando en soledad y armado la llegada de los cristianos a la biblioteca.

Se ha hablado mucho de las escenas de acción, porque en su mayoría están rodadas en planos aéreos. Y nuevamente, la película acierta. El poder de una imagen no quedó tan asegurado como en esta obra, porque, sin renunciar a ciertos momentos de acción gore, las batallas aparecen grabadas como una suerte de hormigas que se comen unas a otras, un sin sentido irracional que, visto desde las alturas, hace parecer a la raza humana un animal que podría ocupar perfectamente el último escalón del ecosistema, al que dan ganas de pisotear por puro placer.

La música adquiere un protagonismo fundamental, y sin ella la película perdería una grandísima parte de su atracción. Sobre todo resulta espectacular en las escenas en que los personajes van descubriendo nuevas cosas sobre la astronomía, y en las ya comentadas escenas aéreas. El montaje sonoro y de imágenes roza, simplemente, la perfección, y el sonido es otra de las grandes bazas del film. A destacar también, en un segundo plano, la curiosa fotografía de Xavi Giménez, a medio camino entre la épica clásica y las nuevas técnicas contemporáneas, salidas de las últimas series británicas de corte clásico como Roma o Los Tudor.

Pero si hay algo que se merece un reconocimiento especial son los decorados y, sobre todo, el vestuario de Gabriella Pescucci, dos apartados que huelen a Oscar, a premios de los gordos.

Y, cómo no, los actores. Todos están magistrales, desde la protagonista (maravillosa Rachel Weisz) hasta el menor de los secundarios, a excepción de cierto error de cásting de extras, que cantan soberanamente en alguna que otra escena aislada. Pero no puedo dejar de admirar a los que me han parecido abolutos animales de la actuación en esta película, que no son otros que Max Minghella (Davos), Oscar Isaac (Orestes), Rupert Evans (Sinesio), Homayoun Ershadi (Aspasio), y el mejor de todos, un sobrenatural, soberbio, brutal Ashraf Barhom en el papel de Ammonio, un actor como pocos, metido en su personaje hasta los huesos, y que él solo mete al espectador en el mayor dilema planteado en cine desde los últimos años, un personaje que resume como nadie a esos hombres con más pena que gloria, que están llenos de vitalidad por fuera pero lleno de miseria por dentro, y por ello son capaces de engañar como nadie, para irnos mostrando poco a poco, lentamente, un perfil digno del mejor Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Y no quiero dejar de destacar a otro actor que se ha salido en el mejor de los sentidos, un Sami Samir que interpreta a Cirilo, ese obispo tan adorable y cariñoso...

La historia que vemos y sentimos no es otra que la de un conflicto que se ha mantenido inalterado a lo largo de los siglos. Y ése no es otro que el conflicto religioso, el mayor de todos, y que ha configurado sin duda el estado actual de la raza humana. Y no puedo más que rendirme a los pies de tan importante guión, de tan importantes vidas que vemos y sentimos. Si bien es cierto que la polémica está servida, incluso antes de que se vea la película, no se trata de dilucidar qué religión es la mejor o cuál es la peor (no obstante el cristianismo sale muy mal parado), como de saber que el fanatismo es el peor activo con el que puede contar cualquier credo, hasta el punto de que la condición humana, simplemente, se pierde. Y el mejor momento de Agora llega justamente cuando Cirilo lee la palabra de Dios en la biblioteca, y lo que hace es una interpretación adecuada a su interés, que no es otro que el de concluir llanamente que la mujer "debe callar ante el varón", y la reacción de los presentes es el mejor ejemplo del fanatismo que imperaba (y sigue imperando) en aquella época.

Termino pues, incidiendo en que estamos ante una obra maestra con mayúsculas, pero sobre todo, estamos ante una de las películas más importantes que ha fabricado el cine en décadas, y resulta que es española. Ni más ni menos.

Lo mejor: toda la obra es inmejorable, pero se resume perfectamente en la mirada de Ashraf Barhom antes de tirar la piedra a Orestes, síntesis de lo que significa Agora.
Lo peor: que todavía haya gente que piense que Alejandro Amenábar no hace buenas películas.

10/10

jueves, 8 de octubre de 2009

Ciclo de cine François Truffaut en la Asociación Cultural "Mareando"

miércoles, 7 de octubre de 2009

Muestra de Cine Iberoamericano - Octubre 2009




viernes, 2 de octubre de 2009

Greystoke, La Leyenda de Tarzán, Rey de Los Monos

Director: Hugh Hudson.
Actor principal: Christopher Lambert.
Guión adaptado: Robert Towne, Michael Austin, sobre la novela de Edgar Rice Burroughs.
Actores de reparto: Ian Holm, Ralph Richardson, Andie MacDowell, James Fox.
Montaje de imágenes: Anne V. Coates.
Director de fotografía: John Alcott.
Año de produccion: 1984. Duración: 143 min. Nacionalidad: Reino Unido.

Es esta una historia familiar, una historia con tintes tradicionales que ha tenido decenas de versiones, un legado cinematográfico con un resultado más cercano al entretenimiento llano y directo que lo que acontece en esta película. En efecto, Greystoke es una película diferente, y se olvida de las aventuras seriadas para adentrarnos en un verdadero drama, en un relato seco, triste, pero convincente de un personaje que se debate entre la vida en sociedad humana y la vida en libertad salvaje.

Podemos, no obstante, pensar en un dilema de fácil lectura, pero los guionistas de esta trama ponen a nuestro Tarzán especial en una serie de catastróficas desdichas que en algún momento son en exceso forzadas, pero que forman parte de la visión "realista" que los autores decidieron llevar a cabo. Porque, a fin de cuentas, estamos ante una obra con aspiraciones de grandilocuencia, de compendio de una vida, una vida especial, que por sí sola marca la enorme diferencia que existe entre ese hombre-mono y los de su misma especie, ya sean los monos buenos o los hombres malos.

Pero lo que importa es, como no podía ser de otra forma, la relación más afectiva, la que más deja huella en nuestros recuerdos, y será aquella y no otra la que atrape sin remedio al personaje intrepretado por un modélico y muy creíble Christopher Lambert, que logra, a mi juicio, la mejor interpretación de su carrera, lo que no es un signo de gran carrera, si sabemos que se trata de su debut cinematográfico. Así mismo, debemos destacar las interpretaciones de Ralph Richardson como el patriarca inglés por excelencia, que se redime al final de sus días y que absorbe con vitalidad lo que le queda de vida, y un enorme Ian Holm en la piel del explorador belga Philippe D'Arnot, el único humano que se acerca emocionalmente al protagonista, y que el actor británico interpreta de la mejor manera posible.

La película, en conjunto, funciona muy bien, tiene un buen guión, la dirección es sólida, las actuaciones son fantásticas, y te deja un buen sabor de boca. Pero tiene ciertas deficiencias que se pueden concretar en dos genéricas: la propia razón de ser de la obra, que se queda a medio camino entre la historia del niño salvaje al más puro estilo Herzog de El Enigma de Gaspar Hauser y la del Clan del Oso Cavernario con un aliño a lo Kubrick, de grandeza fílmica, pero que en definitiva no logra un sentido final, un porqué a la realización de esta obra, o al menos no se concreta, no se completa. Y esto nos lleva a lo expuesto anteriormente, a las continuas desgracias que le acontecen a nuestro particular Tarzán (nombre que no se dice en toda la película, salvo en el título) y que al final nos hacen dudar incluso del propio sentido estético de la película, la realidad sobrevenida, o al menos pretendida.

Termino recomendando pues su visionado, como filme clave de la década de los ochenta, que nos muestra un interés por dar vida creíble a un personaje increíble, con sus virtudes y defectos, pero que en conjunto no deja de ser una película admirable.

Lo mejor: el trío protagonista (Christopher Lambert, Ralph Richardson y, sobre todo, Ian Holm)
Lo peor: el desaprovechamiento casi insultante de Andie Macdowell, que teniendo un papel principal, fue relegada al reparto más secundario en edición, doblándose incluso su voz original.

Calificación: 7/10

El Níngono.
 

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