Título original: Birth.
Director: Jonathan Glazer.
Actriz principal: Nicole Kidman.
Actores secundarios: Cameron Bright, Danny Huston, Anne Heche, Lauren Bacall, Peter Stormare, Arliss Howard, Alison Elliott, Ted Levine, Cara Seymour, Novella Nelson, Milo Addica.
Guión Original: Jean-Claude Carrière, Milo Addica, Jonathan Glazer.
Productores: Lizie Gower, Nick Morris, Jean-Louis Piel.
Director de Fotografía: Harris Savides.
Montaje de Imágenes: Sam Sneade, Claus Wehlisch.
País de producción: Estados Unidos. Duración: 100 minutos. Año: 2004.
Bajo el epígrafe de "recomendamos" nos atrevemos a nombrar y comentar aquellas películas que nos parecen, a nuestro juicio, dignas de ser vistas, de ser recordadas y, en el sentido último de las cosas, dignas de ser evaluadas para poder aprender un poquito más de esto que nos atrae sin remedio y que llamamos CINE. Pues bien, creo que es la primera vez que tengo la sensación de cubrir en toda su dimensión esa palabra de recomendación con una película que se estrenó sin pena ni gloria, que apenas ganó unos pocos premios, pero que desapareció en el anonimato de aquellas películas que nunca obtuvieron rédito económico a pesar del esfuerzo que supusieron y de su calidad artística innegable.
Porque, efectivamente, "Reencarnación" no solo es un regalo caído del cielo, que por inesperado resulta aún más conmovedor; es en toda su relevancia una obra maestra cuyo visionado se transforma en todo un privilegio del que el espectador guardará un recuerdo imborrable. Desde su misma concepción formal absolutamente lírica hasta la materia oscura y siniestra de la que se compone su historia, la película nos va guiando a través de un mundo onírico, una fantasía irreal que, sin embargo, encuentra su mejor acomodo en una experiencia dura y muy real que lleva a cabo el personaje principal de la historia, esa frágil y desesperada "Ana", interpretada por una majestuosa, superlativa Nicole Kidman, que no es capaz de encontrar refugio posible ante unos hechos difíciles de explicar.
Y es que la premisa argumental ya nos pone sobreaviso: un niño se presenta ante una mujer de mediana edad diciendo que es su esposo fallecido años atrás, y la previene de casarse de nuevo con el hombre al que ama. A partir de aquí se pone en marcha la maquinaria de un guión transgresor y nada contemplativo, donde podemos identificar sin dificultad alguna la mano del insigne Jean-Claude Carrière, quien fuera mano derecha del absoluto rey del cine surrealista: Luis Buñuel. No obstante, y a pesar de encontrarnos ante un guión espléndido, lo mejor de la obra ya nos llegó desde antes de que saltara la premisa, desde el primero de los fotogramas, cuando escuchamos la voz del futuro esposo muerto, haciendo una parábola del propio sentido último del filme ante la pantalla en negro; acto seguido, la primera imagen nos hace ver a un corredor en un ambiente nevado, y escuchamos una música que nos habla directamente al corazón de los sentimientos, y que nos dice que lo vamos a pasar de "miedo", de fábula.
Y es sin duda alguna el aspecto formal el que determina la última ratio de la película, porque va más allá incluso de su significado material para sumergirnos en un mundo absolutamente maravilloso. Por ello no puedo más que alabar la dirección de fotografía de Harris Savides y la composición musical de un Alexandre Desplat tocado por el dedo de Dios, un músico que nos eleva sentimental y emocionalmente, y que resulta parte fundamental de esta "Reencarnación" cinematográfica.
Las actuaciones están a un muy buen nivel, destacando por encima de todo una Nicole Kidman en uno de sus mejores papeles, un Cameron Bright que, sencillamente, resulta perfecto para su papel, y una Anne Heche cuya mirada y gestos nos hacen palidecer de puro placer.
Pero quien se merece un reconocimiento especial es el director Jonathan Glazer. Su ESPECTACULAR puesta en escena y su asombrosa dirección de actores hace que un magnífico guión se convierta en una auténtica pieza de coleccionista cuyo valor cinematográfico se ha disparado hasta el espacio sideral de lo surreal, pero también de lo emocional. Su trabajo redondea y perfecciona esta obra de arte coral, pero a la vez muy íntima, relajada pero a la vez nerviosa, bella pero a la vez terrorífica, con un temple y un saber hacer que hace mucho no reconocía a un director de cine.
En definitiva, nos encontramos ante una película muy recomendable que, sin embargo no será apta para aquellos cuya edad no haya alcanzado la madurez necesaria (no obstante algunas escenas aisladas muy provocadoras y necesarias para el transcurso de la historia, en general no considero que sea especialmente agresiva), pero que ante los ojos de un espectador absolutamente receptivo se convertirá en todo un viaje alucinante hasta el mismo centro de las emociones.
Lo mejor: La dirección de Jonathan Glazer.
Lo peor: Que haya un guión con un final, porque la forma de la película corre en paralelo a la historia, y es infinita.
10/10.
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